
Al igual que
María de la Paz Colla yo también asistía al Italpark de pequeña. Recuerdo la ansiedad que se despertaba en mi cuando mis padres prometían "
El domingo por la tarde vamos al Italpark". Y el tiempo no pasaba por más que me esforzara.
Y cuando llegaba el Domingo me despertaba y quería ya estar allí, pero antes habían una cita obligada y que disfrutaba: ir a almorzar a la casa de la abuela. Luego todos juntos nos dirigíamos al
parque de diver
siones. Disfrutaba de todos los juegos.
El pulpo, el laberinto de espejos, la pista Super 8 Volante, etc. A
Montaña Rusa accedí de adolescente porque "era muy peligrosa" para el gusto de mis padres. Luego pasó el tiempo me casé y mis hijos pudieron conocerlo también. Fue una pena cuando supe del
cierre, porque parte de mi niñez estaba allí en un rinconcito. La falta de mantenimiento y el accidente producido en 1990 sellaron su destino.