Al igual que María de la Paz Colla yo también asistía al Italpark de pequeña. Recuerdo la ansiedad que se despertaba en mi cuando mis padres prometían "El domingo por la tarde vamos al Italpark". Y el tiempo no pasaba por más que me esforzara.
Y cuando llegaba el Domingo me despertaba y quería ya estar allí, pero antes habían una cita obligada y que disfrutaba: ir a almorzar a la casa de la abuela. Luego todos juntos nos dirigíamos al
parque de diversiones. Disfrutaba de todos los juegos. El pulpo, el laberinto de espejos, la pista Super 8 Volante, etc. A Montaña Rusa accedí de adolescente porque "era muy peligrosa" para el gusto de mis padres. Luego pasó el tiempo me casé y mis hijos pudieron conocerlo también. Fue una pena cuando supe del cierre, porque parte de mi niñez estaba allí en un rinconcito. La falta de mantenimiento y el accidente producido en 1990 sellaron su destino.
miércoles, 12 de septiembre de 2007
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